A los catorce años tres cubalibres llegaron a convencerme de que era el príncipe Hamlet y debía ir, a la salida de la disco, a encontrarme con el espectro de mi padre. Cuando lo tuve enfrente y le llamé fantasma, estuve castigado dos fines de semana sin salir. Así, dejé de leer a Shakesperare intuyendo que me iba a traer problemas, coloqué la cuarta pared en mi cuarto de baño y allí, al este del bidé, pasé la adolescencia actuando y escribiendo, aunque en casa se creían que preparaba las oposiciones de magisterio. De ahí nació “Toaletta Teatro”, una compañía periférica en la que durante 14 años convertí mi biografía en espectáculo. Mi “curriculum váter” se prestigió con varios premios nacionales y luego se lió la cosa: teatro, cine, televisión… Trabajé para teatros públicos (CDN) y privados, fui guionista de “7Vidas”, escribí junto a Javier Maqua la película “Carne de Gallina”, dirigí su versión teatral, escribo artículos de prensa y libros de humor, actúo cuando me contratan y lo mismo te pongo en escena una zarzuela que una caja de sidra a refrescar.
Escritura.
Teatro de lo que me pasa. La escritura dramática como una necesidad expresiva que surge de explorar mi mundo interior y los conflictos que veo a mi alrededor. Mamet lo explica muy bien: “Soy dramaturgo porque llevo toda la vida conversando conmigo mismo y anotando la conversación”. No suelo tomarme en serio, sin los demás no soy nadie. El texto dramático no es teatro. El teatro se hace encima del escenario y si una obra llega a ponerse en pie es gracias, para bien o para mal, a un trabajo grupal. Llegué a la escritura desde la interpretación y casi siempre necesito complementarla con la puesta en escena. El espacio escénico es una prolongación del espacio mental que me proporciona el texto. Pero el texto -lo siento- solo es un punto de partida. Reescribo mucho en los ensayos, y cuando me estrenan otros directores respeto su “cocina”.
Theatre about what happens to me. Playwriting as an expressive need that arises from an exploration into my inner world and the conflicts that I see around me. Mamet puts it very nicely: “I’m a playwright because I’ve spent my whole life talking with myself and making notes about the conversation”. I don’t usually take myself seriously, as without everyone else I’m nobody. The dramatic text isn’t theatre. Theatre is performed on the stage, and if a piece ends up being represented by actors it as a result of – for better or for worse – a collaborative effort. I started writing after a period of acting, and I usually need to complement this by having it performed on a stage. The scenic space is an extension of the mental space that is provided to me by the text. But the text, I’m sorry to say, is only a starting point. I often re-write texts during rehearsals, and I respect the “cooking” of other directors when I view their pieces for the first time.