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Ángela Monleón

Directora de la revista Primer Acto.

universo #07

«Cada vez es más incierto que un autor
escriba para poder ser representado.»

Nos reunimos una mañana lluviosa con Ángela Monleón en su casa. Una casa hecha de estanterías, repletas de páginas con el legado vivo que es la revista Primer Acto. Si pones atención, te das cuenta de que el sonido suave que se escucha de fondo no es el repiqueteo de la lluvia, sino el latido de dos generaciones de Monleón amando al teatro. QY Bazo, invierno de 2017.

Una de las señas de identidad de Primer Acto es que siempre le ha dado una importancia central al texto teatral…
 
Primer Acto desde el número 1 ya con Esperando a Godot incorporaba el texto. Creo que es importante señalar esto porque en ese momento, estamos hablando de 1957, había una clara división: por un lado estaban las publicaciones de las obras de los autores y por otro estaban las revistas. Pero un elemento fronterizo como Primer Acto, que de repente le daba valor a los textos, los situaba en un contexto y además, generalmente, los textos tenían mucho que ver con el discurso de la revista y los hilaban… mostraba que esos textos podían ser presentados y leídos de una manera distinta. Eso fue algo muy novedoso y, aunque parezca mentira, también fue muy criticado, porque había quienes no entendían que se mezclasen ambas cosas. Afortunadamente el paso de los años ha demostrado que era una fórmula acertada y, si miras la relación de autores que han aparecido en los sesenta años de historia de la revista, ves que están todos los que interesan, desde Lorca, Buero hasta gente ultimísima como vosotros o Nieves Rodríguez. Siempre ha habido esa mirada y esa puerta abierta para quienes escribían y tenían cosas interesantes que decir, y que de alguna manera tenían que ver con el sentido de la revista. Por otra parte, siempre ha habido dramaturgos y dramaturgas en el consejo de redacción de Primer Acto, porque se entendía que la gente que escribía tenía la capacidad de estar atenta a lo que sucedía. Y es una tradición hermosa que yo trato de conservar incorporando gente al consejo, la gente pasa por Primer Acto, está un tiempo y siempre hay un relevo.
 
Uno de los momentos más complicados de Primer Acto fue cuando la crisis os abocó a la necesidad de reinventaros si queríais afrontar una tercera época. ¿Cómo se vivió esa transformación?
 
Yo creo que hay una lectura social y política que es inseparable de Primer Acto: tú coges un número de cualquier año y al leerlo es muy fácil intuir qué estaba pasando en ese momento, no sólo en el teatro sino también en la realidad social. En esta tercera época de la revista pasa lo mismo y lo hemos querido mantener porque, para mí, el teatro es un camino para interrogarte sobre el mundo, para conmoverte, para pensar…
 
Cuando se planteó la tercera temporada de la revista era un momento muy difícil: estábamos en 2012, fue cuando se retiraron todas las ayudas culturales, un momento de fragilidad suprema. Por aquél entonces teníamos un redactor jefe permanente, una oficina, una persona encargada de las suscripciones… teníamos una estructura pequeña, pero la teníamos. Y eso era insostenible con ayuda cero. Lo primero que nos planteamos fue lo del crowdfunding, hicimos una convocatoria que, más que para recaudar dinero, lo que buscaba era calibrar el interés de la gente que estaba a nuestro alrededor y saber si merecía la pena embarcarse en esa nueva etapa. Y sí, constató que había una voluntad de que la revista siguiera. Ahí fue cuando cambió todo, se hicieron estudios de costes y decidimos pasar de los cinco números que se hacían al año a hacer dos… A mí hay algo de todo esto que me hace mucha gracia: antes publicábamos cinco textos teatrales al año, ahora… publicamos seis (Risas) Al final, con dos números al año de trescientas y pico páginas cada uno, pues ya me dirás. Ésta es una característica de la locura que tenemos organizada, pero no podía ser de otra forma. Precisamente nosotros, frente a quienes se atrevían a declarar que "no hay autores", sacamos adelante la colección del "Teatro de papel", porque queríamos dar salida a la ingente producción de los autores. Lamentablemente ahora no podemos sostener esa colección pero, al menos, nos hemos ido a publicar tres textos por número.
 
Pero sí, fue un momento muy difícil. Tomamos la decisión gracias a la respuesta positiva que recibimos y a la conciencia de que, si la revista había resistido al franquismo y a otras tantas dificultades, ¿cómo íbamos a rendirnos ahora? Y ahí estamos. Yo me había propuesto llegar a cumplir los 60 años de la revista, a ese número especial vamos a llegar y luego vamos a ver cómo seguimos, porque la fragilidad continúa…
 
¿Y cómo estáis afrontando esa fragilidad?
 
Fundamentalmente desde la paciencia y la complicidad. Asumiendo la fragilidad en la que estamos, o mejor dicho, que es nuestro estado "natural", asumiendo que este país es muy difícil, que el entorno institucional no ayuda, asumiendo que estamos en la inmediatez… que la globalización es una estafa, que se globaliza sólo lo que interesa. Y, conociendo ese espacio, jugar en él sabiendo que somos pequeños, pero que podemos hablar de cosas grandes… es lo que tiene el teatro ¿no?
 
La complicidad nos ha permitido que el número de suscriptores vaya subiendo poco a poco. Y creo que ha sido posible gracias a que quienes nos leen nos ven como un pequeño espacio de resistencia. Por eso, para mí es importante hacer cada número de la mejor manera posible, a mí me encanta cuando la gente viene y me dice "ay, qué bien, me ha llegado el número de Primer Acto, me lo he leído, lo he disfrutado…".

Y como es una publicación minoritaria, nos ha permitido que tengamos toda la libertad del mundo para diseñar cada número como queramos, aquí no hay presiones de nadie para incluir ningún contenido. Cada número es un viaje que trazamos libremente entre todos. Pero complicidad no sólo con los suscriptores, sino con todo el teatro que se hace dentro y fuera de este país, para que siempre podamos ofrecer una mirada lo más abierta posible. Yo creo que la estrategia que desde Primer Acto estamos trazando para sobrevivir a esta etapa puede resumirse en estas tres palabras: complicidad, apoyo y disfrute para todos los que nos embarquemos, tanto para quienes escriben como para quienes nos leen.
 
Y, claro, en estos tiempos digitales también nos ha venido muy bien todo el tema de la web, que ha facilitado mucho el acceso a los números de Primer Acto. Para el usuario ahora es muy fácil comprar el número y se le envía directamente. Gracias a esto, ya no es fundamental que Primer Acto esté en las librerías. Esto era un tipo de inversión que no nos podíamos permitir. Pero gracias a internet y las Redes Sociales nos es mucho más fácil comunicar nuestros contenidos y llegar a nuestros lectores.
 
Otra seña de identidad de Primer Acto es su vocación internacional, que nos permite descubrir qué se escribe y hace más allá de nuestras fronteras…
 
Esa vocación que dices la inculcó el propio José Monleón en la revista, y tiene que ver con un trabajo que se hizo durante más de veinte años con una fundación llamada Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo. Un trabajo que se correspondía con una forma de ver el mundo sin fronteras, en donde el lugar de nacimiento es simplemente un hecho accidental o anecdótico. Esto llevado a la revista se traducía en una visión inclusiva de la cultura en general y del teatro en particular, en donde el teatro, como la vida misma, somos todos. Por eso es una herramienta privilegiada para conocer otras cosas, otras culturas, otras realidades… y para ser de muchos lugares. Yo creo que Primer Acto lo hacen personas del mundo y esa visión nos enriquece a todos… porque no hay ni "aquí" ni "allí". Porque el teatro es el mundo. Y de hecho nos gustaría hacer y abarcar mucho más de lo que hacemos… tendríamos que hacer más.
 
¿Cómo se ve el actual panorama teatral español desde Primer Acto?
 
Yo creo que en este país siempre ha habido muy buena escritura teatral, lo que pasa es que también se ha sido muy injusto con la gente que escribe. Creo que ha habido gente que, desde la crítica, de la sabiduría teatral, ha sido muy castigadora, ha dado muy pocas opciones. Creo que la escritura es un proceso que está siempre en evolución, siempre vivo… y se ha sido muy implacable con los autores. Puede que en los últimos años eso esté cambiando, quizás también por la propia dificultad de hacer teatro hoy en día… cada vez es más incierto que un autor escriba para poder ser representado. Y eso ha creado un desfase al que nos enfrentamos actualmente: que hay una cantidad enorme de textos innovadores y desafiantes para ser representados que no pueden acceder ni a los espacios ni a los medios de producción. Está completamente descompensado lo que se lee y lo que se ve. Y es una pena, porque hay interés por parte del público; la gente va a las salas, las funciones se llenan… pero hay un nivel de precarización para sacar adelante a salas y compañías que es contraproducente.
 
¿Nos podrías adelantar algo sobre el próximo número de Primer Acto?
 
Nos gustaría que el número saliese en abril, porque coincide con los sesenta años que cumple la revista, pero por tiempos tendrá que ser en mayo. Ya en el número pasado se planteó dedicarle el número a Pepe Monleón, pero yo quería dejar pasar algo de tiempo. Así que decidimos que para los sesenta años de la revista, como ya habíamos hecho especiales como el de los cincuenta años y no queríamos volver a hacer lo mismo, nos hemos propuesto hacer una selección de seis temas que han sido importantes a lo largo de la historia de la revista y recuperar esos debates desde el hoy. Por ejemplo: un debate que siempre fue histórico en Primer Acto fue entre el Posibilismo y el Realismo, en su momento entre Buero y Sastre; pues se recupera ese debate porque es apasionante ver las posturas de los dos dramaturgos en el franquismo, recordarlas y trasladarlas al día de hoy. Y para el tema de la monografía sobre mi padre… me cuesta decir "mi padre"… era difícil, porque Pepe ya tiene libros publicados, muchas cosas hechas… entonces, hacer una monografía sobre Pepe Monleón pues tampoco parece que tenga mucho sentido. Lo que queremos es hacer algo que sea útil, así que lo que propuse al consejo y les ha parecido muy bien es una estructura que voy a hacer con Itziar Pascual y María Velasco que consiste en, a partir de un libro fundamental de mi padre que es lo más cercano a una memoria y de una entrevista que le hicieron, seleccionar fragmentos diferentes para plantear un encuentro hoy de Pepe con la gente; por ejemplo: coger un fragmento cuando habla de su infancia durante la guerra y pedirle a alguien que dialoguen con él a partir de ese fragmento. ¿Para qué? Para que gente que no está tan cerca a Pepe pueda de repente aproximarse a ese pensamiento y ver cómo es recibido por muchas voces, a las que invitamos a viajar con el pensamiento de Pepe.