Cargando...

Alfredo Sanzol

Creador teatral.

universo #14

«No recuerdo cuándo escribí por
primera vez, pero sé que una vez
que comencé no he podido parar.»

El recientemente elegido próximo director del Centro Dramático Nacional, Alfredo Sanzol, se incorpora a Contexto Teatral como dramaturgo. Entre los materiales que aporta, ha escrito una reflexión acerca de su escritura que dejamos al completo en esta página.Verano de 2019.

Escribo desde que soy niño. No recuerdo cuándo escribí por primera vez, pero sé que una vez que comencé no he podido parar. No poder es algo literal. Muchas veces he intentado dejar de escribir por respeto a las personas con las que comparto la vida pero no lo puedo evitar. A escribir dramáticamente comencé con una grabadora de casette que me regalaron cuando tenía once años. Hacía voces para los diferentes personajes. También escribía al mismo tiempo que dirigía cuando organizaba obras de teatro con mis primos. Hablo de todos estos inicios de la infancia porque básicamente considero que sigo haciendo lo mismo. Y que los fundamentos son los mismos.
 
Estudiar Dirección de Escena en la RESAD me enseñó a conocer los mecanismos del teatro en mayor profundidad. Actuar también. Actuar, dirigir y escribir se convirtieron en un mismo acto durante mis años de estudiante en la RESAD. Comencé a escribir para los trabajos de clase, para actuar en bares y fiestas con mis amigos, y finalmente mi primera obra larga llegó porque el Festival de la Alternativa (la madre del festival Escena Contemporánea, también desaparecido) me encargó un espectáculo de carácter “social”. Así es como escribí Cous-cous y churros. A estas alturas mi formación seguía siendo de dirección pero iba aprendiendo como autodidacta. Estamos en el año 2000 y Andrés Lima invitó a David Greig a hacer un taller en el Círculo de Bellas Artes. David me dio herramientas para escribir que tenían que ver con “la fragmentación”, algo que yo entonces no sabía qué era. Escribir escenas sueltas, usando como base de inspiración diferentes materiales, sin pensar en las relaciones de causa y efecto, ni tampoco en una unidad temática, ni de personaje. Escribir momentos sueltos y una vez conseguido el material inventar las asociaciones y conexiones. Descubrir por ejemplo que esos diferentes personajes de mujer son en realidad “el mismo personaje”. Descubrir que en todas esas escenas sueltas está subyacente un tema o dos que se repiten de diferentes maneras… Este taller me dio el impulso junto a un libro: Cómo convertir un buen guión en un guión excelente, de Linda Seger. Fue mi primer manual de escritura de otros muchos. Iré diciendo títulos. Admiro, respeto y leo con atención estos manuales. La industria del cine de Hollywood fue consciente desde sus inicios, aunque nunca lo dijo con la voz muy alta, que todo ese gran imperio se construía sobre los guiones. La razón de por qué nunca se ha hecho pública la importancia de los guionistas creo que es un gran tema de repercusiones sociales-políticas y culturales, pero esto es asunto para otra hoja. Lo que ahora importa es que Hollywood consiguió algo con sus manuales que sólo habían logrado apuntar las diferentes poéticas desde Aristóteles. Consiguió organizar el tiempo. Los cuándos, que en un guión nacen con forma de dóndes. En tal página tiene que pasar esto. Y ese hecho en una película ocupará un determinado minuto. Aquí me gustaría recordar que para escribir obras y guiones es esencial leer y estudiar obras y guiones. No sólo ver pelis y ver obras. Bueno, pues con este libro aprendí eso. Que una historia dramática necesita que ocurran ciertas cosas en ciertos momentos.
 
Poco antes de escribir Cous-cous y churros escribí Carrusel Palace con Juan Antonio Lumbreras y Juan González. Es una obra maravillosa. Una parodia de una locura milimétrica a partir de una película llamada The League of Gentlemen. No recuerdo el título en castellano, pero sí que la vimos doblada, yo la tenía grabada de la tele en un VHS. Quería grabar otra peli, pero se grabó esta. El doblaje de la peli era literal. Un película inglesa que está llena de expresiones hechas y de juegos de lenguaje. El resultado en castellano era surrealista y nos hacía reír. La traducción desastrosa nos inspiró para escribir una obra nueva.

Después de estos inicios escribí una comedia de situación para Telemadrid, Living Lavapiés. De mis compañeros guionistas aprendí a crear giros uno detrás de otro, y a organizarlos. A darme cuenta práctica de algo que había leído en Aristóteles. Escribir drama va de organizar sucesos, hechos, acontecimientos. ¿Y ahora qué pasa? ¿Y luego? ¿Y luego? ¿Y cómo acaba? ¿Qué tiene qué ver eso con eso otro? ¿Y por qué lo hizo? ¿Y por qué se fue?
 
Al mismo tiempo seguía escribiendo teatro pero no me gustaba lo que hacía. Tenía la sensación de que estaba preso por los prejuicios y los clichés de los argumentos que se habían escrito antes de que yo comenzara a pensar en mi argumento. No me reconocía en mis historias. Hice un descubrimiento: para escribir de lo que me interesaba y llegar a zonas hondas de mis sentimientos tenía que escribir de cosas externas a mí y que a primera vista no tuvieran ninguna relación conmigo. Para esa fase de mi trabajo que duró desde el año 2006 al 2011 fue esencial Google que me ayuda a crear asociaciones de todo tipo. Es la época de Risas y Destrucción, Sí, pero no lo soy, Días Estupendos, Delicadas y En la luna. Es una época en la que quería conocer mil personajes, en la que necesitaba recordar mil historias, es una época en la que hice las paces con los recuerdos sin recordar, con las sensaciones que no sabía de dónde venían. Bueno, en realidad es algo que sigo haciendo. En el inicio no hay más que oscuridad, así que siempre intentamos alumbrar.
 
Después vino la época de los personajes con los que quería estar. Los socios de Aventura! Oliver, en La Calma Mágica, Nagore, en La Respiración, los leñadores y las princesas en La Ternura, y las hermanas y los hermanos de La Valentía. A esos personajes los miro como si fuesen personas, y esto es evidentemente un error y una irrealidad, pero… ¿Qué puedo hacer? Me he reído tanto con ellos. Me han liberado tanto sus reacciones, su fuerza, su amor. He amado tanto cosas imaginarias gracias a ellos. Imaginar y conocer son la misma cosa. O mejor dicho, sin imaginación no existe el conocimiento. Conocer la realidad exige visualizarla, y la visualización exige el entrenamiento de la imaginación. Imaginar las causas de los efectos, es como imaginar causas para los efectos.
 
Me gustaría escribir obras de teatro que tuvieran la calidad de las de Shakespeare, Pinter, Moliére, Lope de Vega, aunque también quiero escribir otras cosas. Me divierte escribir cuentos, pero cuando pienso en la intensidad de Baal de Brecht o en Peer Gynt de Ibsen, o en un libreto de zarzuela, El Barberillo de Lavapiés, sé que lo mío es el teatro. Buenísimas obras de teatro en las que el lenguaje tenga una potencia especial, en las que los personajes sean de no poder creértelos, donde las situaciones sean flipantes, mágicas. A eso quiero dedicar mi tiempo. A aprender cómo escribía Esquilo sus coros. A intentar crear un personaje como el vigía con el que comienza Agamenón, ese ser desesperado y agotado, triste y roto, que se ha dedicado a mirar las estrellas durante muchos años, y que de repente vemos cómo se le aparece lo que más deseaba: la antorcha que anuncia la victoria de los suyos. Toda esa magia del teatro quiero seguir estudiándola e imitándola y quiero inventar y desarrollar técnicas de escritura que potencien temas e historias que residen en el inconsciente del ser humano. Quiero crear estilos que sustenten nuestros temas y además disfrutar de ponerlos en escena, desarrollar y potenciar la técnica actoral precisa a partir de la cual crear espectáculos impresionantes.