Año 2022. Ana y Marcos se reencuentran de manera casual (o no) una noche de verano en Madrid. Han pasado veinte años desde la primera y única vez que se vieron. Y las cosas han cambiado mucho. O, quizás, no hayan cambiado nada. Su historia pudo ser, pero no fue. Y en estas dos décadas han amado, odiado, disfrutado y sufrido Madrid, su ciudad adoptiva, la ciudad en la que Ana trata de sobrevivir y de la que Marcos ha decidido irse para siempre. Pero antes de eso, antes de mañana, pasearán por sus calles y recordarán lo que pudo haber sido.
Notas. / Notes on the piece.
Madrid es la tercera parte de mi trilogía Ciudades, iniciada con Roma, continuada con Helsinki y que esta obra concluye. Son tres historias independientes protagonizadas siempre por dos personajes llamados Ana y Marcos, que representan una generación, los nacidos en torno a 1980, y un momento vital: ese en el que es necesario comenzar a demoler ciertas expectativas. Esta obra es una carta de amor a Madrid. Y de desamor. La ciudad que odio y quiero, que admiro y detesto, a la que no pienso regresar y de lo que no podré irme nunca.
Comencé mi carrera como dramaturgo en el año 2012. Ese año escribí mi primer texto dramático que tuve la fortuna de que fuera premiado y publicado. Desde entonces, he seguido escribiendo teatro con la asiduidad de las peores y mejores adicciones. Debido a que mi formación era en narrativa y guion, durante tiempo tuve la sensación de que cuando escribía teatro estaba adentrándome en una casa a la que no había sido invitado. Solo el paso de los años, las publicaciones y representaciones han conseguido mitigar, que no aplacar, esta sensación de impostura. Sigo trabajando en ello.
Escritura. / Style.
En mis obras suele haber exactamente lo contrario de lo que me propongo. Es como si una fuerza primigenia que emanara del propio texto lo llevara allá por donde desea al margen de mis intenciones. He escrito dramas disfrazados de comedia y comedias que solo se sustentaban en el andamiaje del drama. En mis obras más críticas hay una aparente sensación de superficialidad y en los textos más livianos el lector o espectador descubre al final que el lodo le llega por las rodillas. Esa tensión, esa contradicción, está en mi dramaturgia, la sensación perenne de tratar de escapar de mis obsesiones, de tratar de borrar mis propias huellas en cada nueva obra y terminar, casi siempre, en el mismo lugar en el que comencé porque acabo haciendo exactamente lo contrario de lo que me propongo... como en este texto.