sobre
Raúl Quirós Molina.
Biografía.
Mi formación como dramaturgo comenzó cuando empecé a trabajar como escritor para diversas compañías de teatro en España y en el Reino Unido. En 2013 terminé un máster en escritura teatral en la City University de Londres, que complementé con estancias en el National Theatre de Inglaterra, cursos en el Central School of Speech and Drama, la Calder Bookshop and Theatre; más tarde en la Sala Beckett. Durante los últimos años he trabajado como asistente y profesor de asociaciones que utilizan el teatro para producir cambios en la sociedad como Cardboard Citizens o Pa'Tothom. Apenas he mandado manuscritos a premios o a editoriales, y siempre he estado bastante desapegado de los círculos profesionales. He escrito y estrenado más de doce obras de teatro hasta el momento, algunas en lugares tan fantásticos como el Arcola, el Gate Theatre o el Teatro del Barrio. Mi aspiración como escritor es la de poner en pie obras de teatro que reflejen el pulso social y emocional de aquella que nos rodea: piezas que inviten tanto a la diversión como al debate.
Escritura.
«El primer (y único) motor de cualquier dramaturgia, pero que en cualquier caso hago mío para la ocasión, debería ser la honestidad intelectual, y bajo este título tan rimbombante podría resumirse todo aquello que inquieta, aterroriza, preocupa o emociona al dramaturgo y por extensión al mundo que le rodea. Sin esa honestidad, la pieza de teatro se convierte en algo superfluo y por lo tanto prescindible, un mero entretenimiento. En mis obras de teatro, trato de no obviar ninguno de los elementos clásicos del drama: construcción de personajes, tramas, tema, puntos de giro porque a fin de cuentas los escritores de teatro somos herederos de una tradición milenaria y parece soberbio desecharla a las primeras de cambio.» (Raúl Quirós Molina).
«The first (and only) motor of any piece of drama – although, in any case, I write mine for a specific occasion – should be intellectual honesty, with this ostentatious term encompassing everything that concerns, scares, worries or excites the playwright, and by extension the world that surrounds them. Without this honesty, the play becomes somewhat superfluous and therefore dispensable; a mere form of entertainment. In my plays, I try to not leave out any of the classic elements of the drama: the construction of characters, plots, topics and turning points because, at the end of the day, us playwrights are the current torchbearers of a millennial tradition, with it appearing arrogant to throw this away at the first signs of change.» (Raúl Quirós Molina).